17 Apr 2008

Cloro en trigo - Resultados de seis años de experimentaciones

Resultados de ensayos de Cl entre las campañas 2001 a 2006


El cloro (Cl) fue identificado como nutriente esencial para el crecimiento y desarrollo de las plantas en 1954 (Broyer et al., 1954); sin embargo, se reportan respuestas a la aplicación de Cl desde mediados de 1800 (Fixen, 1993). Los requerimientos de Cl de las plantas son generalmente bajos, menores de 100 mg/kg, por lo cual es clasificado como un micronutriente. A diferencia de otros micronutrientes, se lo puede hallar en concentraciones elevadas, de 2000 a 20000 mg/kg, sin generar problemas de fitotoxicidad.

Los efectos de interacción de Cl con diversas enfermedades han sido ampliamente mencionados (Christensen et al., 1982; Fixen et al., 1987). Se han registrado efectos de supresión del patógeno: pietín en trigo, podredumbre de raíz, roya amarilla y estriada, y otras enfermedades foliares; y de mayor tolerancia de los cultivos (Christensen et al., 1990).

Los efectos del Cl en el desarrollo de trigo varían con el ambiente específico de cada estación de crecimiento. Se ha observado una más temprana formación de la espiguilla terminal y de antesis en trigo, aunque sin variar la fecha de madurez fisiológica y, por lo tanto, alargando el periodo de llenado de grano. Los mayores pesos de grano registrados con fertilización clorada se han relacionado con una duración del periodo de llenado más prolongada, aunque también se han observado incrementos en la tasa de llenado de los granos (Fixen, 1993).

Las respuestas a Cl en trigo y otros cereales como cebada y avena, han sido evaluadas en el noroeste y la región de las grandes planicies centrales de EE.UU. desde la década del ’70 (Fixen et al., 1986; Engel et al., 1992). Las respuestas, en magnitud y frecuencia, han sido superiores en el noroeste que en las grandes planicies. Para las grandes planicies, se encontraron respuestas significativas en el 42% de 169 sitios con respuesta promedio de 369 kg/ha (Engel et al., 1992). La probabilidad de respuesta a la aplicación de Cl se ha relacionado con el cultivar, la presión de enfermedades, y la ocurrencia de estrés hídrico y/o térmico (Fixen, 1993).

La cantidad de Cl disponible para los cultivos está determinada por la cantidad en solución del suelo, el Cl- intercambiable en el suelo, la deposición atmosférica y la utilización de abonos o fertilizantes clorados (Goos, 1987). La mayoría del Cl del suelo se encuentra en solución, solamente en suelos ácidos dominados por arcillas 1:1, puede haber una significativa capacidad de intercambio aniónica. La deposición atmosférica de Cl es alta cerca del mar (hasta 100 kg/ha por año), pero disminuye marcadamente hacia el interior (20 kg/ha por año a 200 km del mar).

La remoción de Cl en granos de trigo y/o cebada es baja, cercana a 0.05%, mientras que la acumulación en planta puede alcanzar 9 a 24 kg/ha a madurez fisiológica (Fixen, 1993).

Las metodologías desarrolladas para la predicción de las respuestas a Cl en trigo y/o cebada incluyen el análisis de Cl a 0-60 cm en pre-siembra (Fixen et al., 1987), y/o el análisis de planta entera entre espigazón y floración (Engel et al., 1992). Ambos análisis han sido más efectivos en detectar las situaciones en las cuales la probabilidad de respuesta es muy baja, que en detectar situaciones de alta probabilidad de respuesta.

Cantidades de Cl en suelo inferiores a 34 kg/ha a 0-60 cm de profundidad, presentaron respuesta en el 69% de los casos, entre 35 y 67 kg/ha respondieron 31% de los sitios, y por arriba de 67 kg/ha, no se observaron respuestas (Fixen et al., 1987). Según estos resultados, se recomienda aplicar Cl hasta alcanzar 67 kg/ha luego de descontar la cantidad disponible según el análisis de suelo:


Dosis recomendada de Cl = 67 kg/ha – (Cl en suelo a 0-60 cm)

Para el análisis en planta se determinó un nivel > 4000 mg/kg, como adecuado, y un nivel < 1200 mg/kg con respuestas significativas en 78% de los casos (Engel et al., 1992). Para el rango de 1200 a 4000 mg/g, las respuestas fueron significativas en 50% de los casos.

En cuanto a fuentes, localización y momento de aplicación para trigo y/o cebada, las experiencias de Norteamérica indican que (Fixen et al., 1986):

· Las fuentes de Cl evaluadas (KCl, NH4Cl, CaCl2 y MgCl2) han resultado igualmente efectivas.


· La ubicación del fertilizante clorado no es de gran impacto en la respuesta por la movilidad elevada del Cl- en suelos.
· Debe evitarse la aplicación junto con la semilla por los efectos salinos.
· Aplicaciones de pre-siembra a macollaje han presentado eficiencias similares.
Numerosos aspectos presentados en esta introducción pueden ser ampliados en las revisiones de Fixen (1993) y Xu et al. (2000).

Los antecedentes de deficiencia y respuesta a la aplicación de trigo en otras regiones del mundo, motivaron la exploración y experimentación en Cl para cultivos de trigo en la región pampeana. Trabajos realizados en la década del ’90, muestran respuestas bajo algunas situaciones (Melgar y Caamaño, 1997; Melgar et al., 2001 a y b).

Este escrito sintetiza los resultados de numerosos ensayos de fertilización clorada en trigo realizados entre 2001 y 2006 en la región pampeana argentina. Esta información ha sido reportada parcialmente, y con mayor detalle, por Díaz Zorita et al. (2002, 2004 y 2007), Ventimiglia et al. (2003), Ferraris y Couretot (2004), Díaz Zorita y Duarte (2005), y Salvagiotti et al. (2005).

Conclusiones

· En 26 ensayos a campo en la región pampeana argentina, se detectaron 10 sitios con respuesta a la aplicación de Cl (38%). El porcentaje de sitios con respuesta a Cl es similar al observado en regiones trigueras de EE.UU.


· En los sitios con respuesta significativa, los respuestas, promediando para los tratamientos de fungicida, variedad y fuente de Cl, fueron de 213, 319 y 357 kg/ha para dosis de 23, 46 y 69 kg Cl /ha, respectivamente.
· Considerando estas respuestas, las eficiencias de uso serian de 9.2, 6.9 y 5.2 kg de trigo por kg de Cl aplicado. Para la relación de precios trigo/Cl a Marzo 2008 de 4.7 kg de trigo por kg de Cl, las aplicaciones de 23 y 46 kg/ha de Cl serian rentables, mientras que la dosis de 69 kg/ha solamente cubriría el costo de la inversión.
· Los efectos de Cl no parecen haberse asociado a la supresión y/o tolerancia de enfermedades ya que solo se observo interacción Cl*F significativa en 15% de los sitios.
· Las evaluaciones de fuentes de Cl (cloruros de potasio y amonio), muestran que solamente hubo diferencias por la aplicación de K en 17% de los casos.
· En los 11 ensayos de evaluación de respuesta a Cl con distintas variedades, 7 sitios mostraron una interacción significativa Variedad*Cl. La frecuencia de evaluación de las variedades es distinta, por lo que no se pueden sacar conclusiones generales.
· La concentración de Cl en el suelo a 0-20 cm de profundidad o la cantidad de Cl a 0-60 cm no se relaciono claramente con el rendimiento relativo sin aplicación de Cl o con las respuestas a 23, 46 y 69 kg/ha de Cl. Concentraciones de Cl a 0-20 cm por arriba de 35 mg Cl/kg o cantidades de Cl disponible a 0-60 cm superiores a 65-70 kg Cl /ha mostraron rendimientos relativos siempre superiores al 90% del rendimiento máximo y respuestas a la aplicación de Cl menores de 250 kg/ha. Por debajo de las 35 mg Cl/kg Cl a 0-20 cm o de los 65-75 kg Cl /ha a 0-60 cm, las respuestas fueron muy variables.
· Deberá seguir generándose información en ambientes con niveles contrastantes de disponibilidad de Cl a la siembra y/o buscar otros parámetros que permitan predecir la probabilidad de respuesta para cada lote o ambiente.

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